Los Tìteres en la India
Considerada por muchos como la cuna del teatro de muñecos, la india posee una tradición titiritera tan remota que es imposible precisar su origen. Lo mismo sucede en China y en otros países asiáticos, y la razón principal ya ha sido expuesta antes: el material perecedero y ligero con que tienen que ser hechos los títeres no es el ideal para soportar el paso de los siglos; sin embargo, los hallazgos del monito de Harappa y el toro de Mohenjo-Daro indican la posibilidad de su existencia en la india desde el 2.500 a.n.e. Sea como sea, las referencias en el Mahabharata a los muñecos manejados por hilos los sitúan al menos, a partir del año 200 a.n.e., sin olvidar que todas las evidencias indican que el teatro de sombras también se originó en ese país.
En la india se han desarrollado dos técnicas fundamentales: la marioneta y las sombras, aunque también la varilla y el guante se emplean en algunas zonas específicas. Existe, además, una estrecha relación entre la mitología, la religión y los títeres, que se consideran figuritas enviadas por los dioses para divertir a los hombres.
Entre la múltiples variedades de las marionetas indias, las mas conocidas y famosas son las del estado de Rajastán. Allí, los miembros de la comunidad de Bhatt se dedican por entero al arte de los títeres. Estas marionetas, llamadas Khatputli, miden unos quince o veinte pulgadas de altura, tienen la cabeza tallada en madera y el torso y los brazos hechos de tela rellena. En lugar de piernas llevan una falda que, por el movimiento que le imprime el manipulador, produce la ilusiòn de que el muñeco camina.
Las marionetas de Rajastán suelen tener sólo dos hilos: unos que sale de la parte superior de la cabeza, pasa por los dedos del titiritero y regresa a la cintura, y otro hilo continuo que llega a las manos del muñeco. A veces hay un solo hilo fijado a la cabeza. De una estructura tan simple cabe esperar un pobre desempeño, pero no puede olvidarse al sutradahr o "el que tira de los hilos". Los titiriteros de Rajastán se las arreglan para lograr un movimiento en extremo expresivo con estas mínimas posibilidades. En esto influye la habilidad alcanzada tras largos años de práctica, los elementos que apoyan el espectáculo y el peso de la tradición.
En ayuda del sutradahr vienen la lengüeta y el acompañamiento de los tambores. La lengüeta que se coloca el titiritero en la boca está hecha con dos piececitas de bambú unidas una contra lo otra y con una lámina de piel o goma por el medio. Este objeto produce un chirrido característico que conforma el lenguaje específico de este tipo de títeres y que se complementa con el sonido del tambor que tocan las mujeres.
El arte de los rajastanes es una habilidad hereditaria que se trasmite entre los hombres de la familia de padre a hijo. Cada titiritero comienza a entrenarse desde niño y debe casarse con una mujer capacitada para la técnica de narración con tambores que acompaña al espectáculo. Esta mujer, además, tiene la tarea de dar a su esposo un hijo que continúe la tradición familiar.Cuando se trata de una mujer infértil, el esposo está obligado a buscar otra que pueda cumplir con su deber.
Las funciones de los Khatputli de Rajastán suele darse de noche. El retablo, que tiene como fondo una cortina de remiendos, se coloca sobre el suelo, y a ese mismo nivel se sitúan los espectadores. Los manipuladores -cuando más, dos- trabajan a la vista del público. Un par de lámparas de aceite o queroseno colocadas a ambos lados del escenario suministran la iluminación requerida.
El arte de los titiriteros de Rajastán es primitivo y simple, pero en su propia esencia y tradición hay poesía. Cada vez que una marioneta pasa de padre a hijo se le coloca una nueva falda sobre la anterior. Cuando ya se han acumulado cuatro o cinco, el títere suele estar muy deteriorado para continuar teniendo una vida útil: "ha muerto". Entonces los titiriteros de Bhatt colocan su cuerpo en la corriente de un río sagrado, y mientras lo ven flotar musitan una oración.
Las sombras indias, posibles antecedentes del wayang, se cortan también en cuero fino, y la silueta, bellamente calada, se pinta con colores brillantes y translúcidos. Lo que diferencia a estas figuras de la demás es su tamaño, ya que pueden alcanzar cuatro o cinco pies de alto. Se manipulan mediante tres varillas situadas en la parte posterior del muñeco: una vertical que se inserta a la cabeza y los fija a la pantalla, y otras dos para las manos.
La pantalla se construye con un par de blancos saris (el vestido nacional femenino) estirados uno sobre otro y ensartados en unas espinas de palma dátil. Se logra así una superficie de unos siete por veinte pies. Detrás de la pantalla se coloca una simple lámpara de aceite.
La función dura toda la noche y una obra completa puede extenderse por varios días. El titiritero manipula las sombras, suena instrumentos de percusión y, en resumen, lo hace todo. El público atiende, se levanta, come, se marcha y quizás regrese al día siguiente para seguir viendo la obra. De cualquier forma conoce bien la trama.
La Literatura de los Títere Indios
La base literaria fundamental del teatro de muñecos indio la constituyen la epopeyas del Mahabharatta y el Ramayana. La primera, que es la más extensa, parece haber sido escrita entre el 200 a.n.e. y el 200 d.n.e. El argumento de estas epopeyas y sus personajes viene como anillo al dedo para el teatro de títeres: dioses, héroes, villanos, elefantes, dromedarios, doncellas en peligro y demonios involucrados en las mas azarosas aventuras: huidas, persecuciones, batallas, amores y, en suma, grandes acontecimientos que suministran la acción requerida para un auténtico espectáculo titiritero. Otras obras épicas, como la historia del rey Vikramaditja, completan el repertorio.